viernes, 11 de octubre de 2013

La envidia, la rabia y los insultos

Six of the seven samurai from the film "Seven Samurai." Por: Andy z
Si algo debería auto-censurarse en mi país son los insultos. Desde el motorizado que pasa –a velocidades imprudentes– golpeando mi carro con total impunidad, hasta el Presidente de la República.

¿De quién habla realmente el que insulta y agrede a otro? ¿Cómo debo hacer frente a quién pretende imponer su verdad por encima de la mía? Son preguntas para detenernos un momento y re-observar el espacio relacional en el que nos encontramos como individuos y también como miembros de la sociedad que con-vivimos y algunos deseamos mejorar.

Llámese “burguesía parasitaria”, “mafia amarilla” o “masburro” –nos guste o no- cualquiera de estas etiquetas tienen la misma emoción de fondo: el resentimiento o la rabia. A los venezolanos; en nuestra maravillosa Venezolaneidad nos gusta llamarla “arrechera”. Y como desde el paradigma ontológico juzgamos que el lenguaje no es inocente, pues sí, tu insulto habla más de ti que de mi.

Si volvemos a mirar, la palabra “resentimiento” tiene que ver con el volver a sentir. Una y otra vez volver a vivir, aquello que juzgamos nos hizo daño o nos afectó en nuestro sentir más profundo. Aquel hijo que siendo un adulto rechaza a su padre por las golpizas propinadas en la niñez, esa mujer que luego de diez años de divorciada sigue estando en la rabia producto de su divorcio o, ese grupo de personas que luego de años en el gobierno –con todo el poder político y económico a su favor– juzga al otro sector del país como los “culpables de la guerra económica”.

Entonces cuando observo que el motorizado golpea mi carro y me insulta –además de otras cosas– escucho su resentimiento social, su necesidad de que reconozcamos que existe. Cuando observo al Presidente de mi país llamar a otras personas “burguesía parasitaria” o “enemigo interno” escucho su arrechera, su necesidad de legitimación y una corporalidad derrotada. Y todo eso, por lo general, se encuentra en el morral de cosas personales que todos llevamos a cuestas.

Les comparto este viejo cuento que me ha acompañado por años, para seguir poniendo luz allí donde haya oscuridad.

La envidia, la rabia y los insultos

Cerca de Tokio vivía un gran samurai ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario. Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación. Esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante.

El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Con la reputación del samurai, se fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío. Todos juntos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzaba a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros.

Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró. Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:

–¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada, aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros?

El maestro les preguntó:
–Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio?
–A quien intentó entregarlo, respondió uno de los alumnos.

Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos –Dijo el maestro–, cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.

Autor: Desconocido
Originalmente leído en: http://consecuencias.bligoo.com/content/view/292712/Que_Simple.html

jueves, 26 de septiembre de 2013

Lograr lo que quiero

Foto: De Ryan Winslett

"Lograr lo que quiero." ¿Cuántas veces ha sonado esa frase en tu mente?

Si por alguna razón, sigue ocurriendo que, eso que tanto anhelas no termina de llegar... puede que sea el momento para detenerte y observar bien.

Observar justo allí donde aún no colocaste la mirada anteriormente y... volver a ver con detenimiento cuáles son las acciones que estás acometiendo para ese "logro" o meta que se pasma y no germina en el recorrido de tu vida.

Más allá del logro y las acciones para alcanzarlo, creo que también es bien importante que puedas observar lo que te sucede en el ínterin, si se despliega una frustración, un miedo o una ansiedad. Lo que hacemos con eso, será determinante en llegar finalmente a tomar ese objetivo con tus manos.

A propósito me topé con este cuento que te comparto:

Un joven fue a ver a un sabio maestro y le preguntó:
–Señor, ¿qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero?. El sabio no contestó.
El joven después de repetir su pregunta varias veces con el mismo resultado se marchó y volvió al día siguiente con la misma demanda. No obtuvo ninguna respuesta y entonces volvió por tercera vez y repitió su pregunta:
–¿Qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero?
El sabio le dijo:
–Ven conmigo.
Y se dirigieron a un río cercano. Entró en el agua llevando al joven de la mano y cuando alcanzaron cierta profundidad el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua y pese a los esfuerzos del joven por desasirse de él, allí lo mantuvo.
Al fin lo dejó salir y el joven respiró recuperando su aliento.
Entonces preguntó el sabio:
–Cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas?
Sin vacilar contestó el joven:
–Aire, quería aire.
–¿No hubieras preferido mejor riquezas, comodidad, placeres, poder o amor?
–No, señor, deseaba aire, necesitaba aire y solo aire –fue su inmediata respuesta.
–Entonces –contestó el sabio–, para conseguir lo que tú quieres debes quererlo con la misma intensidad que querías el aire, debes luchar por ello y excluir todo lo demás. Debe ser tu única aspiración día y noche.
Si tienes ese fervor, conseguirás sin duda lo que quieres.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

La era de las empresas amorosas

Foto: dpstyles
¿Cómo te sientes en tu trabajo? Es una pregunta que solemos hacernos con frecuencia y que, la respuesta no siempre es la mejor. Reflexiona un momento sobre el cómo te sientes en tu lugar de trabajo, ¿En qué estado emocional suelen estar las personas que co-laboran a tu alrededor? ¿Rabia, resentimiento, entusiasmo, alegría, tristeza?

viernes, 6 de septiembre de 2013

Legitimando el reclamo

Foto:  athriftymrs
Continuamente en nuestro vivir diario, nos enfrentamos a múltiples situaciones en las que somos clientes o proveedores, roles que asumimos en uno u otro sentido casi sin darnos cuenta y que son fundamentales en el intercambio de bienes y servicios de la economía, un espacio relevante y también relacional que nos ocurre en el convivir como seres humanos. En ese espacio, es natural que ocurran desencuentros en la conversación entre clientes y proveedores que pongan de manifiesto nuestras diferencias, cuando los productos o servicios no han sido de entera satisfacción. ¿Qué decimos cuando el servicio no nos complace? ¿Cómo nos sentimos cuando el producto no es lo que esperábamos?.

jueves, 5 de septiembre de 2013

La herramienta del Coaching en la Empresa

Foto: Miguel Ángel López Trujillo
Son muchos los desafíos que día a día enfrentan las empresas, retos con múltiples variables y orígenes; sin embargo en muchos casos, por no decir la mayoría, existe un factor central en la aventura empresarial: el Ser Humano. ¿Cómo está la gente conversando dentro de su lugar de trabajo? ¿Desde qué emoción las personas viven la empresa? ¿Cómo están accionando en la actualidad? Ayudar a encontrar esas y otras respuestas es el espacio de trabajo del coaching, una herramienta poderosa para transformar la organización.